The island in the lake


The island 
 in the lake

Jamás se desvía uno tan lejos
como cuando cree conocer el camino



El primer lugar que habitan las aves influye en sus destinos migratorios. Corrijo, el primer lugar donde uno realmente habita influye en su destino. La Isla de la Santa Veracruz es probablemente mi amante más querida hasta el momento. En sus setenta metros cuadrados arrulló por más de mil días mis atolondradas noches, acomodó calidamente todas mis manias y mis filias, dio resguardo a conocidos y desconocidos y nos construimos de trozos muy gastados y contrastantes. No podía ser de otra manera, era una isla mágica en medio del gran lago del valle de Anáhuac.
            El cerebro es maravilloso para encontrar coincidencias, a eso le llamamos destino y a mi me gusta fingir que es cierto, que todo tiene un proposito invisible en el momento pero con un motivo preciso. La razón de que me guste tanto este juego es seguramente porque desde muy pequeña me daba por inventarme historias, no sólo las comunes en las que el cantante de moda se enamoraba de mi en una escena de infinito egoísmo; si no que me gustaba contarme la realidad desde muy fuera, desde el espacio, desde el mismísimo cielo. “Iba caminando por la calle con el nombre del más refrescante fruto, cuando lo vio trepado en un tejado vecino. Se miraron durante unos metros. Ella era nueva en el barrio y el tenía los ojos más luminosos del cerro de los magueyes”.
            Por lo menos es lo que ahora supongo, que había una sutil idea de poder superior; porque las historias siempre estaban contadas como por alguién tan grande que lo veía todo y tan desapegado que lo sólo lo veía desde lejos sin hacer nada. Ese alguien ya sabía que iba a pasar y mientras lo veía, iba apuntando todo en un libro para luego, en teoría, contarmelo y aconsejarme cuando resara unos versos muy específicos para él. Pero nunca aprendí a hacer el conjuro de la manera correcta. En cierto momento alrededor de los ocho años y tres tipos diferentes de traducción divina, pensé que finalmente todas esas interpretaciones resultaban absurdas de algún modo; pero me quede atascada con esta manera de ver las cosas, siempre desde fuera.
            Esto resulto muy útil cuando muchos años después fui a descubrir a “Los ilustrados”. No podía dejar de ver las cosas desde mi pasado por obvias razones. Mi pequeña “Marianola la Pianola” hija de Darvelia, bisnieta de Enriqueta, de la baja pequeñaburguesía mexicana desde 1985, me acompañaría para siempre. Ella llegó a la Santa Veracruz pero en una simbiosis exquicita y entrañable, a la Santa Veracruz la fui transformando en Isla, abierta a todo tipo de amares sureños (en el centro del milenario lago de Texcoco), y a la Marianola en una Mariana cada vez más Marluzcesca. ¡Pero no dejes que yo te confunda cariño! ¡Al final y al mismo tiempo somos la misma, no hay una sin la otra! Claro que en la pequeña Marianola sólo existia una posibilidad latente de la Marluz, pero da igual, todo se va mezclando en el tiempo y la materialidad, y si tienes “suerte” con un poco de vino.
            No hay un ananké;* hay familia, hay cultura, hay circunstancias económicas y decisiones que hice, hago y haré. Cuando tengo esas horas negras de las que habla Capote en el “desayuno”,** ésta idea es lo que realmente me cambia el ánimo y me concede arrojo. No me exime de culpas pero me hace sentir que no estoy sola en el universo, me hace darme cuenta de mi responsabilidad para con mi vida y la de los demás, de que en las buenas y en las malas soy parte de algo, estoy acompañando y me estan acompañando. Que antes de ser ya habia sido. Desde antes de mi concepción ya iba a tener ciertas peculiaridades; no sólo mi inclinación al sobrepeso y a una altura por arriba del promedio; si no piezas aún más finas, algo de mi buena y mala “mexicanidad”, mi nivel social, mi forma de inteligencia y luego; mi timidez prestada, pero también mezclada con un sentido de justicia que por veces la hace desaparecer.
            La Isla de la Santa Veracruz marcó el siguiente capítulo en el que con la pequeña Marianola tendría la oportunidad de construir a la Mariana que yo quisiera. En ella me di cuenta visceralmente, de que los personajes que la visitaban y que me habian visitado mucho antes de ella, se habian vuelto parte de mi tanto como yo me había vuelto parte de ellos, nos habiamos influido mutuamente y sólo hacia falta que nos dieramos cuenta para hacerlo “oficial”. Para construirnos concientemente en conjunto y conectar con otras islas. Y no fue el destino el que estaba decidiendo que fuese asi, fui yo, y los isleños también.

Silvio Rodríguez, Causas y azares
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The roots, The seed
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Resulta que sí, que es una mujer, una de única, ella que es mar por muchas más cosas que el "Mariana" que la nombra.

*Encadenamiento fatal de los sucesos
** Breakfast at tiffany´s, Truman Capote, 1958.


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"Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás"
Karl Marx en el Manifiesto del Partido Comunista