Mi gachupín






¿Pu verte como eres antes de que tú lo veas? ¿Enamorarse de alguien que todavía no eres?...

No había sido necesario rosarnos al pasar, nos habríamos sentido a kilómetros de distancia. Un metro noventa; vestido ligeramente, todo de blanco, sandalias y treinta y siete años. Al pasar la imagen del primer encuentro por mi cabeza, tengo que pasar también saliva para contener aunque sea un poco el deseo. —A que tú quieres bailar conmigo. —¿Qué? Esa voz me hace voltear —Que sí, que se nos hace tarde para ir a bailar. Me asalta por un momento la idea de jugar a la interesante y decirle que quién se ha creído; pero era ridículo, en cuanto escuche ese acento, rítmico, grave, calmado, seguro… bien hubiera podido desnudarme en medio de la calle y hubiera dado lo mismo. —Sí, se hace tarde. Contesté. Me toma de la mano y caminamos por Génova hasta un bar. —¿Qué te tomas? —Sólo a ti. No quiero que nada se interponga en la claridad del encuentro y pongo mi mano derecha sobre su pierna; me abraza fuerte y me besa mientras juego mis dedos en sus chinos largos y algo canosos.

Mirar a ambos lados de la calle









Me fui temprano de la fiesta de Mariano (uno de mis más queridos amigos y el primero en cumplir 30) principalmente porque tuve un ensueño, un flashazo de que en la fiesta estaba el Frijolito; conmigo, bailando, riendo, platicando, burlándose de cualquier estupidez, criticando a Bumbury, la política y la cultura occidental, cantando las rolas de Héroes del Silencio y Andrés Calamaro que se sabe tan bien, divirtiéndonos ligeramente como alguna vez lo habíamos hecho y que tenía demasiado que no se repetía. Lo tenía tan anclado a mis recuerdos que incluso pensé que una amiga que estaba en la fiesta lo había conocido en alguna noche de fiesta solo porque sabía que a los dos les había gustado mucho Sex on fire cuando salió. Pero esa no es la trama de esta historia, habrá muchas más con esta peculiar leguminosa como protagonista, seguramente todas escritas en pasado. Fue la gota que derramo el vaso en esa noche de juerga decembrina. Simplemente me corto la inspiración pachanguera pensar en él y en su falta de claridad hacia mí y a la conexión que teníamos; me hizo sentir que aunque tenía unas ganas de sexo que no sentía hacía un tiempo, no quería irme a casa acompañada por ninguno de los candidatos que ahí se ofertaban, ni siquiera por los dos más entusiastas y que hasta me habían parecido lindos.

"Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás"
Karl Marx en el Manifiesto del Partido Comunista