A modo de introducción a los mares del sur



Hoy me levanté feminista. Más que feminista me desperté humanista, libertaria, humanista/libertaria ó como se quiera leer. No es posible (bueno si lo es porque pasa), pero me refiero a que no es justo ni razonable ¡que está jodido pues!, dos cosas; que las mujeres pasemos la mayoría del tiempo pensando en nuestra vida amorosa y que escojamos parejas por mera soledad, está segunda no es exclusiva de las mujeres sin embargo la soltería femenina si es más “castigada” socialmente que la masculina y por eso muchas veces nos sentimos obligadas a no permanecer mucho tiempo en este estatus, mientras que los hombres son playboys, las mujeres son solteronas amargadas o brujas con verruga y todo. Esta reflexión no aparecía de la nada, ni siquiera sólo de la reflexión post última conquista, si no de año y medio de mismísima encarnación de ambas situaciones, de varios años anteriores solo de la primera y de toparme constantemente con ambas en las caras de amigas queridas y otras no tan cercanas.




Ya habían pasado varios meses desde que deje de ver a Simona, la había conocido casi seis años antes, pero cuando empecé a relacionarme más con ella yo acababa de terminar una relación muy larga y tormentosa, y ella llevaba ya un año separada de su pareja más estable, vivía sola, trabajaba y mantenía relaciones con dos hombres; así que la vi como una muy buena compañía en mi proceso de ruptura. Meses después no podía sentirme a gusto, ella era demasiado territorial con su intimidad y a mí me lastimaba pensar en una amiga que no confiaba en mí, aunque evidentemente no era un asunto en contra mío, si no de una de esas formas de actuar que uno se va formando para protegerse de “los otros” y yo era demasiado susceptible.


A Olivia y a Lucía las había conocido casi a la par y por internet, pero Lucía se había ido varios meses a trotar mundos en busca del suyo propio, quería bailar, viajar; era una mujer franca y fuerte, aunque con una apariencia delicada, muy delgada y fina, con un doctorado, un corazón muy grande, recién divorciada y con un amor shakespiresco esperándola de regreso en México, nuestra relación en cuestión de tiempo había sido más por mail. Con Olivia aunque tampoco era de aquí (pero se había quedado a probar chilangolandia de manera indefinida), nos habíamos estado conociendo en la ruidosa tarea de mezclar dos culturas aparentemente distintas pero con asombrosas similitudes a la hora de resolver los conflictos en la cama y por supuesto los de las relaciones de las personas que las usamos; ella era una anarquista en toda la extensión de la palabra, pepenadora, firme creyente del do it yourself, el aborto, el transporte público y la poligamia, confiada y a la vez temerosa de su soltería. Nina y Sofía al igual que Simona y yo perteneciamos a la “exclusiva élite” de ex novias de comunistas que en parte formamos un grupo de estudio para sobrevivir esas relaciones, pero que también creamos con otras chicas, para entender porque llevábamos vidas y relaciones tan limitadas, divididas, insanas y poco felices (y no sólo nosotras, las mujeres en general y de otras maneras también los hombres).


Esa semana en encuentros físicos y virtuales con cada una, todas, no importando edad, nacionalidad, clase social, nivel intelectual, logros académicos y laborales, todas, teníamos como primordial tópico ¡Los pinches hombres! Aquí, más que crítica a ellos, es crítica a ellas-yo, al estereotipo que queremos alcanzar, al santito al que le rezamos, a las exigencias de chofer/novio a las 3 de la mañana, al quejarnos de hacer algo que no queremos pero que lo hacemos "por amor", al ver feo a la exnovia y hasta a la hermana de la exnovia de tu wuey cuando te la encuentras; simplemente al seguirnos definiendo a nosotras mismas sólo en relación con el sexo masculino. Obvio ellos tienen sus traumas, no hacemos solas este desmadre de relaciones, de sociedad. ¿Será verdad este rollo ancestral de que las mujeres somos puro sentimiento y los hombres razón, es por eso tanta disparidad en los procesos de vida de cada quien, en las actitudes, las metas y las formas de vivir una relación?¿Por esta propensión a las sensaciones y la sensibilidad las mujeres nos enrollamos tanto con nuestras relaciones?¿Es necesario vivirlas así? ¿Es natural? ¿Venimos al mundo a vivir en pareja, entre dos, o hay más opciones, más formas, más matices?


Tengo gripe y quiero sol.

1 comentario:

Diello Montes dijo...

Estamos todos en una enredadera. La razón no acude cuando estamos confundidos. Ese es nuestro estado, de ambos sexos, la confusión.

En mi etapa actual, hay una canción de Gustavo que podría decir mucho al respecto:

"
Pulsar

En viaje hacia la redención, la luz no deja de pulsar
creo en el amor porque nunca estoy satisfecho
es mi salvaje corazón, que llega justo a tiempo
llega justo a tiempo.

Allí donde quisiste estar, tan cerca de desesperar
es que la vida es gas y es tan dulce traspasarla
tu aliento es mi respiración
Con mi salvaje corazón, los vicios no son del cuerpo
y llega justo a tiempo
llega justo a tiempo.

En viaje hacia la redención, la luz no deja de pulsar
Y si la confusión es una predilección humana
todo puedo perdonar.

Con mi salvaje corazón, los vicios no son del cuerpo
y llegas justo a tiempo
ahora estoy seguro.
"

Aunque no parezca intelectualmente válida la cita, en un ejercicio de humildad, creo podría ser válido un análisis más o menos serio.

Sobre todo frases como:

"creo en el amor porque nunca estoy satisfecho"

"Con mi salvaje corazón, los vicios no son del cuerpo"

"y llega justo a tiempo
llega justo a tiempo"

"Y si la confusión es una predilección humana"

"y llegas justo a tiempo
ahora estoy seguro"


"Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás"
Karl Marx en el Manifiesto del Partido Comunista