¡Tequila!


( A ritmo de:
Si quieres tomar tequila,
Se necesita limón y sal
Be careful with Margarita
Esta loca, she blows your mind
Si quieres tomar tequila,
Se necesita limón y sal
The party, nunca termina
Continues en el hospital)

Una posada radiofónica en La Casona al sur de la ciudad de México, barra libre, bandas de rock indie en vivo, incluso una pequeña pasarela, y yo con un gorrito hippie de los que hace 6 años vendía en la prepa para mantener a la comuna en la que vivía con otros once y que ahora resultaba muy chic con toda esa onda hipster; todo esto y unos tacones “levantapompas” (según mi querido rommie metrosexual) formaban el perfecto ambiente de frivolidad para que yo decidiera emborracharme y simplemente seguir con el mood del evento.


En cuanto entro, un shot de tequila aparece en mi mano y me topo inmediatamente con Mr. Moustache, cierto conocido/desconocido amante de un par de noches pasaderas y que últimamente había encontrado randomly muy amenudo y que cada una de esas veces me había provocado una lujuria devoradora con ese bigotito pintoresco, cual pachuco cruzado con la onda nihilista punk posmointelectual de nuestros tiempos: mexinaco is cool style. Nos saludamos y ya, delante de mi iba mi acompañante, un nuevo amigo extranjero menor que yo pero 25cm más alto y que me provocaba cierta tranquilidad estar con él, un niño tierno y sencillo, un Principito, no como el de Saint-Exupéry, pero si noble, de alguna manera inocente y de la misma nacionalidad que don Antonio. Seguimos pues con la fiesta, salude a un par de conocidos muy lejanos, a algunos rockers del elenco para entrevistarlos después, y al mismo tiempo que buscaba con la mirada al Hot bass guy que pensé estaría ahí, coqueteaba tímidamente con el morenazo levemente musulmán y de chinos perfectos que me miraba al final de la barra.

Hasta ese momento había pensado que tal vez había sido un error invitar a Principito pues según análisis santaveracrucescos (de platicas psicoanalíticas, divagues, tertulias que suceden tan amenudo en la Isla de la Santa Veracruz) el chico no estaba interesado en mi, ni yo en él más que para un besito de “piquito” y no más, pero a medida que seguían las rondas de tequila y mi coherencia intelectual menguaba, la cosa se iba poniendo más física, los rostros demasiado cerca, líneas susurradas demasiado cálidamente, manos exploradoras y mis piernas encerradas entre las suyas… y ¡pam! Besos metralla, continuos, demandantes de piel y exploradores de cavidades, dos más de esas sesiones, un poco más de baile, mucho más de ese efecto tequila y oficialmente me pase de mi límite de alcohol, que es inusualmente pequeño. Así que nos vamos del lugar pero a la tercera vez que pido parar el taxi para no marearme más y vomitar, decide llevarme a su depa en vez de sólo dejarme en el mío.

Hot bass guy nunca apareció en la noche. Creo.

Entramos difícilmente, culpa de esas malditas llaves que todo lo complican y me detengo en el baño, el insiste en irnos a dormir pero yo necesito aire y agua para dejar de sentir aunque sea un poco que el mundo no va a acabar en ese momento, me quita los tacones y me lleva a su cama.

Me preocupa neuróticamente que piense que la razón fue el exceso de alcohol, tomo muy poco y solo he estado en esa situación un par de pares de veces en mi vida, y aunque fuera regular nunca culparía de mis acciones al alcohol, los besos los di yo, no el alcohol y me gustaron.


[Siempre he dudado de que hagas cosas que no quieres estando borracho, pero pues mi experiencia etílica no es tan profunda como para afirmarlo completamente.
De hecho creo que su efecto es inhibitorio, nos damos valor, una excusa para hacer cosas que no hubiéramos podido hacer sobrios porque tenemos miedo de “regarla”, del rechazo, porque es muy difícil que exista un acercamiento entre desconocidos sin una supuesta razón y mucho más si hablamos de un interés romántico-sexual en el que estamos acostumbrados a realizar todo un proceso largo y forzoso (si no quieres parecer muy “fácil” o si quieres conquistar a la chica virginal/ buenona que se da a respetar), así nos han educado, así pensamos, así sentimos. Por eso creamos grandes pretextos como el alcohol, los antros (oscuros, ruidosos, impersonales) o el reggaetón, para acercarnos al sexo opuesto, en un ritual absurdo, demandante de efectivo $ y vicioso en el sentido de que reproduce este miedo al rechazo, no arregla el problema de cómo acercarnos realmente, profundamente, entre desconocidos; sólo nos provee de encuentros superficiales de una noche (pa´ matar el hambre) porque no vamos más allá de la apariencia que damos y nos dan y no propiciamos otros espacios más amenos para contactarnos, para conocernos]

Ya había querido probar sus labios antes, me causa curiosidad esa manera de ser tan apacible y serena, pero como decía, no parecía interesarle a Principito y aunque no soy del tipo pasivo, tampoco quería buscar donde no me llamarán. Así pues dormimos agarrados de las manos a la negativa por parte de él de hacer algo más. A la mañana nos despedimos de beso en la mejilla ¿Quién inclino la cabeza ese milímetro que restauraba la relación a solo amistosa? ¿Así se quedaría? No lo sé. Por mi parte, había aprendido a no esperar nada, pero también a no negar ninguna posibilidad, ni buena, ni mala. Ya se sabrá.

No hay comentarios:


"Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás"
Karl Marx en el Manifiesto del Partido Comunista