Hot as a fever
Rattling bones
I could just taste it,
Taste it
If it's not forever
If it's just tonight
Oh it's still the greatest
The greatest
Rattling bones
I could just taste it,
Taste it
If it's not forever
If it's just tonight
Oh it's still the greatest
The greatest
“Actualmente ya nadie quiere viajar a Marte,
parar y desayunar en Plutón...
El universo es un vacío.”
parar y desayunar en Plutón...
El universo es un vacío.”
Funeral para un frijol y una lenteja
Primer acto Eran los primeros días de octubre del dos mil
nueve y ya habían pasado algunos meses desde que Le petit Marx y yo habíamos dejado de ser nuestros
principales amantes. Tenía poco de haber regresado del sureste del país y comenzaba
el otoño matriculándome en una de las universidades del oriente de la
ciudad de México...
Fue precisamente el cuatro, “un
cuatro” (una trampa), cuando aparece el Frijolito
en la historia de esta Lenteja. Ernesto era un desencantado de la carrera de
economía y como muchos otros universitarios pronto se dió cuenta que en
este país nunca iba a ser banquero viniendo de una escuela pública. En cambio
se había dedicado a ir de pueblo en pueblo vendiendo ropa para niños en ferias
estatales. Nihilismo puro de ciento ochenta y siete centímetros, ojos
negros, nariz grande, cabellos torcidos y labios gruesos, barba, bigote y más
huesos que carne. Huesos.
Quedamos de
encontrarnos en la Alamenda para
tomar algo en algún café cercano, pero era una de esas semanas en las que yo tenía
muy poco o nada de dinero, así que espontáneamente le propuse ir a desayunar a
mi departamento oportunamente situado del otro lado de la avenida Hidalgo.
Preparamos el desayuno por tiempos como me gustaría acostumbrar. Papaya
con yogurt de bulgaros y frutas secas, huevos estrellados con pan
tostado recién horneado, mantequilla “de la buena” y salsa de chile de árbol,
jugo de naranja fresco y para terminar una taza de café recién molido que nunca
tomo pero me gusta respirar de su aroma.
Platicamos
tranquilamente por horas en la salita hippie de mi hogar, todo
se sentía natural, como un domingo cotidianamente plácido entre dos amigos
de muchos años en un espacio familiar. Pero el caso es que era un lunes y hasta
esa mañana eramos casi completos desconocidos. La luz del día se fue acabando
pero la singularidad de la cita tan ordinaria, tan poco pensada, seguía dando
agradables frutos. Nos tumbamos a ver una peli y después de que saltara una
pista de que ese momento daba para más, nos empezamos a besar de la manera más
extraña, con mi cabeza volteada, muy al estilo spiderman.
Temblé. Las piernas me temblaron y
las endorfinas subían con cada beso y cada roce marcando profundamente
un camino sobre mi espalda. Todos los clichés sobre el amor y el sexo de
repente tuvieron sentido, esa electricidad recorriendo la espina dorsal y la
alegría instantánea totalmente gratuita. Nunca más me habría de
sentir físicamente como con éste hombre. Desde “mi primera vez”, doce
años atrás, no me había sentido tan sorprendida; inmediatamente mi corazón y mi
sexo se acongojaron. ¿Qué tal que no me quería volver a ver? De repente me preocupó
la perdida y me asusté. Se fue a casa y al llegar, inmediatamente me mandó
Tinta Roja de Calamaro por el messenger.
Ya lo amaba, estaba encantada con su
forma de ser tan segura y desenfadada; facha de chico malo y bohemio
bukowskiano de esbeltísima figura. Cuando llamaba para
vernos parecía muñequita de cuerda saltando por todo el departamento
esperando su llegada, pero nunca llamaba dias antes o solo para saludar,
siempre a unas horas de llegar a la ciudad o cerca de mi piso.
Al poco tiempo no me importó, era evidente que no quería una relación
“seria” y que no quería una relación conmigo. Más que aceptar el papel de
“víctima del amor” fuí admitiendo que eso era lo que buscaba con él, una
relación castrada de romanticismo y al mismo tiempo, un poco por lo mismo, de
deshonestidad. Real love. No había nada
más que los momentos que pasabamos en cama y en la cena, que no eran pocos y
tenian la facultad de ser muy prolongados.
Podiamos dedicar un día de verdad entero al arte amatorio, y cinco
minutos bastaban entre cada encuentro para recargar los animos. Incluso con
toda nuestra basura egocéntrica y disfunciones emocionales, no podiamos negar
que eramos una buenísima pareja sexual. Dejábamos que esa energía embriagadora
nos mantuviera lejos del hecho de que eso mismo podía significar que fueramos
más que compañeros sexuales.
Las palabras que he recorrido sobre La
función del orgasmo y la filosofía oriental de la sexualidad se
materializaban en nuestros cuerpos. Siempre que digo esto me imagino a mi misma
diciendo: “¡Que pendejada!” Pero ¿Que puedo decir? Pasaba y pasaba siempre,
sólo con él. Había una energía viperina que venía hacia mi deslizandose desde
su sexo y me recorría toda la espalda hasta llegar a la mollera, retornando a él
en un círculo infinito. Era intimidante y por eso al momento del esperado
extasis, se presentaba tímida e indecisa la petite
mort.
Cuando la pareja sexual se complementa, cuando hace click, el sexo puede cambiarte radicalmente, puede destruir una
parte de tu yo, lo que te constituye
como persona pero sobre todo, como persona neurótica. Y se siente precisamente así,
como una pequeña muerte, una angustia desbordante que te llena y tienes que
decidir si te vas a escapar o a declararle la guerra. Yo escogí lo primero. Me
asustaba que significara perderme en él, enamorarme y volver a ser “a novia de
X”, pero también el afrontar el delicado néctar de ser feliz.
Acto segundo Debe de haber sido una noche de jueves cuando lo
conocí por primera vez... En realidad fue una mañana de lunes, y debe ser por
eso que nuestra relación es así, todavía no llegamos a esa cita de luces
tenues, magia suave y sexo tierno.
Iba caminando por una callesilla empolvada de Tlaxcala. La primera pista
de él, fue el olor a madera aniquilada, a aserrín. Para mi resultaba un perfume
muy atractivo. Había crecido entre madererias y carpinterias, entre robles,
cedros y caobas; y aunque el Frijolito
no tenía nada que ver con éste bíblico oficio; si me recordaba mucho a mi
abuelo. Alto, desenfadado y con un estilo varonil nada machista, por lo menos
yo los veía así en un principio. Con recuerdos encontrados de momentos
infantiles y de sensualidad leguminosa, el segundo aviso llegó. Un anuncio de
renta de habitaciones por la temporada de feria. Lo supe claro y fuerte, sin
ningún plan preconcebido, me encontraría con él.
Deambulé un rato por el recinto y en una coincidencia casi cósmica, comenzó
a sonar por detrás mí la ahora tan emblemática canción de los Kings of Leon. Por el frente y en
primerísimo lugar el stand del Frijolito. No era broma. Quedamos
de volver a vernos en la ciudad y lo hicimos. De alguna manera era otro
principio, ya había pasado un año del primer año que pasamos juntos y la
intuición me decía que era una historia que volvería a empezar una y otra vez
por mucho tiempo.
Se cierra el telón La sensación física de su cuerpo ya estaba
desapareciendo, ya casi no lo recordaba. Sus labios, sus manos, sus brazos
delgados y fuertes, su nariz grande y recta, sus ojos grandes siempre cansados
como de niño triste, el ridículo espacio entre su barbilla y su labio inferior,
su ombligo perfectamente plano a la mitad de su delgado cuerpo y al norte de su
enorme pene. Su barba acariciando mi piel, marcándola, dejando tras de sí en
cada rasguño de vello facial una especie de aceite intoxicante que se me colaba
por los poros hasta la capa más profunda de piel para dejarme días, semanas a
veces, envenenada de él. Cientochenta y siete centímetros de nihilismo, actitud
y rock que alguna vez se habían envuelto apretadamente a mi figura.
Pero no, a la imagen de la famosa leguminosa, ya no seguían esos espasmos
que me hacían estremecer profundamente desde mi sexo, en una línea
deliciosamente apeñuscada, hasta el espacio atrás de mi oído derecho. Un
terreno intensamente explorado por él, que tanto le pertenecía a él. Ya tenía
que hacer un esfuerzo para describirlo, cuando en muchas ocasiones el solo
hecho de mencionarlo me llenaba la cara de una luz, mis ojos adquirian un
brillo especial y mis dos sonrisas se abrian de par en par.
Epílogo Ojalá pudiera recordar cada una de las veces que
nos sentimos, pero no es posible y tampoco sano. Cumplí veintisiete años, los
mismos que Frijolito tenía cuando lo
conocí y por alguna razón me siento más calmada con todo éste affair. ¿Quiero seguirlo viendo? ¡Por
supuesto! Pero efectivamente la emoción se transformó, estoy más segura, más
desenfadada, más tranquila y él, él como su aspecto sigue siendo el mismo. Sólo
espero que el mojo también perdure y
tenga de nuevo la posibilidad de aventarme al vacío con él. Si no, no importa,
será con otro tren. C'est la vie o hala nola bizitza.
Se acabó la fiesta.
Para nacer, hay que romper un mundo. HH
Growing pains.
Track 1 Sex on fire, King of León
Track 2 Fly me to the moon, Frank Sinatra
Track 3 Cien años, Pedro Infante
Track 4 Be Bop a Lula, Gene Vincent
He's king of all the teens
"Be bop a Lu, he´s my baby
He's the one who gells for more
more more..."
Track 5 Real love, Van Daler & Low Pressure (Feat. Natasja Saad)
Track 6 La chispa adecuada, Heroes del Silencio
Track 7 Paloma, Andrés Calamaro
*Tú, tú, tú, tú, El sombrero del abuelo
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